
Además el patriarcado incluye una forma muy concreta de relacionarnos: la competitividad. Desde bien pequeños, los niños sienten que deben competir para ser, para elaborar su identidad: soy más guapa que…, más buena que…, soy la mejor en… siempre en permanente comparación, en permanente competición. Los juegos de los niños suelen ser un buen ejemplo. Frente al juego colaborativo en el que todos ganan, en los juegos tradicionales siempre hay un ganador y un perdedor. Después, ya de adultas, continuamos compitiendo por las notas, los títulos, el dinero, los hombres, la belleza, la casa, la ropa (la industria de la cosmética y la moda conoce bien este diabólico mecanismo). Nos volvemos consumidoras compulsivas para ganar la competición y tener aquello que las demás no pueden tener: desde cochecitos para bebés de marcas a bolsos de quinientos euros o pechos recauchutados. Todo sirve con tal de sentir que en mi identidad exterior valgo más que…, que, en definitiva, gano. Y es que, nosotras hemos estado al final del final del último eslabón de la cadena de poder: hemos sido niñas y pequeñas.
Fuente:
http://estudiosobreelutero.blogspot.com.es/2011/11/de-nina-buena-mujer.html
Imagen:
http://juliambueso.com/2014/03/barbie-un-juguete-de-la-sociedad-patriarcal/
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