Son métodos industriales y modernos utilizados sobre todo por la industria de la perfumería que producen aceites finísimos sin dañar los aromas más delicados. Los disolventes como el benzol, butano líquido, dióxido de carbono etc., se hacen pasar lentamente sobre las plantas y la mezcla disuelta, finalmente, se destila. Las esencias extraídas mediante este método se utilizan en perfumería y cosmética, pero no son aptas para tratamientos terapéuticos ya que arrastran restos del disolvente que se utilizó para su extracción.
Pero hay un disolvente natural para los aromas que nosotros podemos utilizar en casa, el vinagre. No sólo no es perjudicial para el organismo sino que además tiene varias ventajas, por un lado está su acción desinfectante y purificadora. Además, en agua, proporciona a la piel el pH justo, que es ligeramente ácido y está frecuentemente alterado por la contaminación ambiental, el sudor alcalino y sobre todo por el jabón. El vinagre disuelve también la cal que puede estar presente en el agua y que vuelve la piel opaca. Tiene igualmente acción tonificante y reafirmante, así como ligeramente astringente.
El vinagre atrae los olores hacia sí. Para utilizarlo como solvente de los aromas, se deja la planta aromática macerando en un buen vinagre. Para uso terapéutico y cosmético normalmente se prefiere el vinagre de miel. El conjunto ha de quedar en maceración durante al menos un mes. Al final se filtra y se guarda en un frasco bien cerrado. La formas de utilizarlo serán diferentes dependiendo de nuestros intereses, tomando cada vez una cucharada, vertiendo una cucharada en agua para las fricciones con esponja o para los tónicos, etc.
Imagen:
http://diariomielpura.blogspot.com.es/2010/09/concentrado-de-miel-y-vinagre-de-vino.html
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