Gotha |
Por
aquel entonces el escritor
Klockenbring, con
gran influencia y excelente
reputación, venía sufriendo
desde hacía ya algunos años
un trastorno mental incurable. Abusaba
de las bebidas alcohólicas y sostenía
una alimentación desequilibrada. En 1792 se agravó su mal a causa
de los ataques dirigidos a él
desde un panfleto satírico
escrito por su adversario, Kotzebue. Aquello le afectó tanto que
cayó en “profunda y violenta manía”, un brote tan grave que
exigía medidas de contención y la asistencia de guardias para
dominarlo.
Philippe Pinel |
Fue
tratado durante seis meses sin resultado alguno, por el Dr. Wichmann,
uno de los más notables alienistas de esa época. Era costumbre
tratar a los enfermos mentales con dureza, encarcelados, azotados y
colocados en sucias mazmorras, sufrían no solo la enfermedad sino
también las consecuencias del tratamiento. En ese mismo año de 1792
el afamado Dr. Pinel, Considerado el fundador de la psiquiatría en
Francia, también
trató
a Klockenbring en el Hospital de Bicetre, en París. Nadie pudo
obtener resultado positivo alguno.
Hahnemann
discrepaba abierta y
públicamente de la orientación
seguida y aconsejada por Philippe
Pinel, y se manifestaba en completo desacuerdo con su terapéutica.
La esposa de Klockenbring, oyendo referencias de Hahnemann, decide
confiarle el tratamiento de su esposo, después del fracaso de los
otros. Klockenbring fue, por tanto, el primer cliente que se
recibió en el hospital de Georgenthal.
Hahnemann
acogió al
enfermo, y durante semanas lo estuvo observando con paciencia, sin
prescribirle medicamento alguno. Logró su confianza y obtuvo toda la
información que consideró oportuna, mientras
reeducaba sus hábitos nutricionales e higiénicos.
Y
solo
después de un largo y detenido estudio hizo la prescripción.
Klockenbring
llegó
a Georgenthal en junio, y después de semanas de observación y
estudio, en agosto, Hahnemann dio a su esposa esperanzas de
recuperación. Ella se ofreció a pasar el invierno en el hospital,
para ayudar, pero el médico no se
lo permitió, y le escribió en noviembre que únicamente en completa
soledad sería capaz de dirigir la mente del paciente; debería
esperar tranquilamente. En febrero de 1973 Hahnemann le comunicó que
su marido había mejorado mucho
y que, en pocas semanas, podría acudir a buscarlo.
En
1793 Klockenbring regresó
a Hanover, completamente
restablecido.
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