Esta ley es de conocimiento esencial, es necesario recordarla a
todo lo largo de cada acto homeopático, tanto por el farmacéutico como por el
médico. Hay que saber que, bajo forma homeopática -es decir diluida y
dinamizada- el enfermo debe tomar (para la curación de sus síntomas) la
substancia capaz de provocar en el hombre sano, a dosis tóxica sub-letal, el
mismo conjunto de síntomas que aquel o aquellos que presenta.
Esto puede explicarse por tres principios que ya
son clásicos:
- Toda substancia farmacológicamente activa provoca en el individuo sano y sensible un conjunto de síntomas que es característico de la substancia experimentada.
- Todo individuo enfermo presenta un conjunto de síntomas que caracterizan su enfermedad.
- La curación, es decir la supresión de la totalidad de los síntomas de la enfermedad, puede obtenerse por la administración de una pequeña cantidad de la substancia cuyos efectos experimentales son semejantes a los síntomas del enfermo.
Tomemos, para ilustrar esta ley, un solo ejemplo
muy simple:
La IPECA (Ipecacuanha), dada a dosis ponderales a un individuo
sano, provoca náuseas y vómitos. Un individuo enfermo que presente náuseas y vómitos
mejora con dosis infinitesimales de IPECA.
Esta ley de similitud, sí bien ha sido expresada de
diferentes maneras, según los autores, guarda siempre su significado profundo,
lo cual es fundamental. Esto nos muestra ya la individualización del
remedio, a la que seguirá la individualización del enfermo.
"No hay enfermedades, hay enfermos"
(Kent J.T. en "La Ciencia del arte de la
homeopatía", Edición Maisonneuve á Ste-Ruffine, 1969, p.36).
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