UNA DE las cosas más
importantes que hay que entender del hombre es que el hombre está dormido. Aun
cuando cree que está despierto, no lo está. Su estado de vigilia es muy frágil;
su estado de vigilia es tan insignificante que carece por completo de
importancia. Su vigilia es solo una bonita palabra, pero totalmente vacía.
Uno duerme de noche,
duerme de día... desde el nacimiento hasta la muerte, uno va cambiando sus
pautas de sueño, pero nunca llega a despertar de verdad. Solo porque hayas
abierto los ojos, no te engañes a ti mismo pensando que estás despierto. A
menos que se te abran los ojos interiores, a menos que tu interior se llene de
luz, a menos que puedas verte a ti mismo, ver quién eres... no creas que estás
despierto. Esa es la mayor ilusión en la que vive el hombre. Y si uno se
convence de que está verdaderamente despierto, entonces ya no tiene sentido
hacer ningún esfuerzo por despertar.
Lo primero que debes
grabarte bien en el corazón es que estás dormido, completamente dormido. Estás
soñando, un día tras otro. A veces sueñas con los ojos abiertos y otras veces
con los ojos cerrados, pero estás soñando... tú mismo eres un sueño. Todavía no
eres una realidad.
Por supuesto,
cualquier cosa que hagas en un sueño carece de sentido. Cualquier cosa que
pienses es insustancial, cualquier cosa que proyectes seguirá formando parte de
tus sueños y nunca te permitirá ver la realidad. Por eso todos los budas han
insistido en una única cosa: ¡Despierta! Continuamente, a lo largo de los
siglos, todas sus enseñanzas se pueden resumir en una sola frase: debes
despertar. Y para ello han ideado métodos, estrategias, han creado contextos y
espacios y campos de energía en los que un choque te puede hacer despertar.
Sí, a menos que
sufras un choque que te sacuda de arriba a abajo, no despertarás. El sueño ha
durado tanto que ha llegado al centro mismo de tu ser; estás empapado' en él.
Cada célula de tu cuerpo y cada fibra de tu mente se han llenado de sueño. No
es un fenómeno de poca monta. Por eso se necesita un gran esfuerzo para
mantenerse alerta, atento, vigilante. Para convertirse en un testigo.
Si hay una cuestión
en la que están de acuerdo todos los budas del mundo, es esta: que el hombre,
tal como es, está dormido y debería despertar. El despertar es el objetivo y el
despertar es la esencia de todas sus enseñanzas. Zaratustra, Lao Tzu, Jesús,
Buda, Bahauddin, Kabir, Nanak... todos los despiertos han enseñado una única
lección. En diferentes idiomas, con diferentes metáforas, pero su canción es la
misma. Así como el mar tiene un sabor salado, ya se pruebe por el norte o por
el sur, por el este o por el oeste, el sabor de la condición búdica es el
estado de vigilia.
Pero si sigues
creyendo que ya estás despierto, no harás ningún esfuerzo. Te parecerá que no
tiene sentido hacer esfuerzo alguno. ¿Para qué molestarse?
Y habéis creado
religiones, dioses, oraciones, ritos, sacados de los sueños. Vuestros dioses
son parte de vuestros sueños, como todo lo demás. Vuestra política es parte de
vuestros sueños, vuestras religiones son parte de vuestros sueños, vuestra
poesía, vuestra pintura, vuestro arte... todo lo que hacéis. Como estáis
dormidos, hacéis cosas según vuestro estado mental.
Vuestros dioses no
pueden ser diferentes de vosotros. ¿Quién los va a crear? ¿Quién les dará
cuerpo, forma y color? Vosotros los creáis, vosotros los esculpís; tienen ojos
como los vuestros, narices como las vuestras... ¡y mentes como las vuestras! El
Dios del Antiguo Testamento dice: «Soy un Dios muy celoso.» Vamos a ver: ¿quién
ha creado este Dios tan celoso? Dios no puede ser celoso, y si Dios es celoso,
entonces ¿qué tiene de malo ser celoso? Si hasta Dios es celoso, ¿por qué tú
habrías de pensar que estás haciendo algo malo cuando sientes celos? ¡Los celos
son algo divino!
El Dios del Antiguo
Testamento dice: «Soy un Dios muy colérico. Si no cumplís mis mandamientos, os
destruiré. Os arrojaré al fuego del infierno para toda la eternidad. Y como soy
celoso -sigue diciendo Dios-, no debéis adorar a nadie más. No puedo
tolerarlo.» ¿Quién creó semejante Dios? Esta imagen tuvo que crearse a partir
de nuestros propios celos, de nuestra propia cólera. Es una proyección, una
sombra nuestra. Un eco del hombre y de nadie más. Y lo mismo se puede decir de
todos los dioses de todas las religiones.
Por eso Buda nunca
hablaba de Dios. « ¿Qué sentido tiene hablarle de Dios a gente que está
dormida? Escucharán en sueños. Soñarán con lo que se les diga y crearán sus
propios dioses... que serán completamente falsos, completamente absurdos. Es
mejor prescindir de tales dioses.»
Por eso a Buda no le
interesa hablar de dioses. Lo único que le interesa es despertaros.
Se dice que un
maestro budista iluminado estaba sentado una tarde a la orilla de un río,
disfrutando del sonido del agua, del sonido del viento que pasaba a través de
las hojas. Se le acercó un hombre y le preguntó:
-¿Puedes decirme en
una sola palabra la esencia de tu religión?
El maestro
permaneció callado, en silencio absoluto, como si no hubiera oído la pregunta.
El hombre insistió:
-¿Estás sordo o qué?
El maestro dijo:
-He oído tu pregunta
y la he respondido. El silencio es la respuesta. He permanecido en silencio.
Esa pausa, ese intervalo, era mi respuesta.
El hombre dijo:
-No puedo entender
una respuesta tan misteriosa. ¿No puedes ser un poco más claro?
Entonces el maestro
escribió en la arena con el dedo la palabra «meditación» en letras pequeñas.
-Eso puedo leerlo
-dijo el hombre-. Esto es algo mejor que lo del principio. Al menos tengo una
palabra sobre la que reflexionar. Pero ¿no puedes decirlo un poco más claro?
El maestro volvió a
escribir «MEDITACIÓN», pero esta vez en letras más grandes. El hombre se sentía
un poco incómodo, desconcertado, ofendido, irritado.
-¿Otra vez escribes
«meditación»? ¿No puedes decírmelo más claro?
Y el maestro
escribió en letras mayúsculas muy grandes «MEDITACIÓN».
-Me parece que estás
loco -dijo el hombre.
-Ya he descendido
mucho -dijo el maestro-. La primera respuesta era la respuesta correcta, la
segunda no era tan correcta, la tercera estaba aún más equivocada, la cuarta
era ya muy incorrecta... porque cuando escribes «MEDITACIÓN» en letras
mayúsculas, creas con ello un dios.
Por eso la palabra
Dios se escribe con D mayúscula. Cada vez que quieres que algo sea supremo,
definitivo, lo escribes con mayúscula.
Ya he cometido un
pecado -dijo el maestro. Borró todas las palabras que había escrito y dijo-:
Por favor, escucha mi primera respuesta. Solo con ella te he dicho la verdad.
El silencio es el
espacio en el que uno despierta, y la mente ruidosa es el espacio en el que uno
permanece dormido. Si tu mente continúa parloteando, estás dormido. Si te
sientas en silencio, si la mente desaparece y puedes oír el canto de los
pájaros y no hay mente en tu interior, un silencio... este silbido del pájaro,
este gorjeo, y ninguna mente funcionando dentro de tu cabeza, silencio total...
entonces la conciencia aflora en ti. No viene de fuera, surge dentro de ti,
crece en ti. Por lo demás, recuerda: estás dormido.
(Prólogo del libro extraordinario CONCIENCIA, de OSHO. Editado por DEBOLSILLO, en el año 2007)
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