Al fin podemos ver las estrellas. Todos en el Bosque Viejo las echábamos de menos. Sabemos cual es el espíritu del invierno, y respetamos su belleza, su profundidad y la desatada generosidad de su silencio húmedo, cargado de sueños, de infinitas posibilidades. En el Bosque Viejo amamos el invierno y por ello apreciamos tanto los instantes en que parece que respira hondo, que toma aliento y se despereza un poco. Entonces vemos las estrellas y sonreímos. El invierno también sonríe. Con nosotros.
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